Hace 15 años.
La muerte reposta en la gasolinera de Runda.
Pensando haber llegado a su destino, bajó del coche para descubrir cuatro muertos que bostezan a sus pies. Con el susto se le cayeron las gafas al suelo. El viento seguía soplando a ratos y sintió de pronto hambre y frío a la vez. Gordas ratas corren entre los muertos asustadas. Golpeándose los muslos con las manos para entrar en calor sacó la cámara de fotos para captar la escena. Dos soldados excitados con uniforme de camuflaje se le acercaron gritando y señalando la cámara. Sintió un nudo de miedo en el estomago. La interprete (una monja con habito azul) se acercó intentando justificar las fotos
En aquella gasolinera sólo las tropas podían repostar. El rumor de la guerra se oía en la capital a escasos kilómetros y una lluvia fina empapaba todo el verde paisaje africano. Grandes pájaros negros revolotean alrededor, son una funesta señal para esta guerra que acaba de comenzar hace una semana. Los soldados empapados y nerviosos, gritan mas y mas; ahora me rodean por completo mientras el interprete se esfuerza por salvar la situación. Los cañones de sus armas salen de sus ponchos de “camuflaje” mientras la tensión va subiendo. Es la hiperrealidad de la muerte presente, obvia y explícita. Los soldados ven espías por todas partes. Afortunadamente un oficial que habla francés se acerca. “Un "souvenir de la guerre” le intento explicar con la boca seca de miedo y tensión. De repente una sonrisa en su rostro y todo cambia, dice algo en su idioma y los soldados ríen abiertamente. En la confusión del momento, para intentar solucionar la situación yo he abierto y velado todo el carrete de fotos y ahora me encuentro sonriendo estúpidamente mientras los soldados se alejan ( “estos blancos locos”) tranquilamente. La hierba alta y lujuriosa brilla con luz azulada propia empapada de lluvia, todo es verde brillante y lujurioso. Los buitres siguen riendo encaramados a los eucaliptos.